jueves, 23 de julio de 2009

Abejas asesinas?



Abejas asesinas?


Don Raúl Arrúa fue por muchos años zapatero remendón en un pueblito que se extendía a lo largo dela vía del ferrocarril.


Por esos tiempos el ferrocarril unía las poblaciones, de norte a sur, desde la capital hasta la ciudad más norteña de nuestro país.


No era extraño que le dejaran un par de botas, algunos pares de zapatos o sandalias para poner media suela y taco o simplemente coser o pegar o hacer lo que vulgarmente se dice un remiendo, y levantarlo al regreso del tren.
Y es que por esos años las confecciones eran de buena calidad, Made in Uruguay como se diría en la jerga del comercio internacional. Luego vinieron los Made in China o lo que es lo mismo “Use y tire” y don Arrúa debió emigrar a la ciudad para no caer en la indigencia como sucedió con muchos coterráneos suyos que no “huyeron a tiempo”.


En la capital se instaló con una churrasquería, negocio en el cual se desempeñaba muy bien ya que conocía de carnes y además era un campeón de las relaciones públicas
aún sin haber hecho cursos.


Un día a don Raúl le sonrió la fortuna y acertó cinco números en un conocido juego, haciéndose legítimamente de un recontra gordo pozo de oro.



Pensó realizar largos viajes por el mundo pero se dio cuenta que no le resultaría fácil pasar muchos días en alta mar, viajar en avión ni loco ya que sufría de vértigo, comprar propiedades en la costa le hubiera gustado pero no conocía el negocio inmobiliario y hay muchos avivados en el mismo.


Finalmente, aconsejado por el padre de Aurora, una joven venida del campo, como él, con la que se casaría después, compró una pequeña extensión de campo, mandó construir una amplia y confortable casa con abundante agua de pozo semisurgente, luz eléctrica, todo confort hogareño, hasta antena parabólica y conexión de internet  y se vino a vivir al campo.


Era realmente un hombre feliz y querido por todos.


Yo había ido de pesca invitado por él, ya que por su propiedad pasaba un afluente del río Tacuarembó, donde la pesca era abundante y de buen porte.


Estábamos sentados debajo de una enramada, observando a dos muchachos peones voltear un novillo negro para curarle unas bicheras cuando un hijo del capataz,
fue atacado por un enjambre de abejas asesinas. Algunas de ellas parecían diminutos aviones de combate pasando sobre nuestras cabezas.


       Don Raúl, lejos de huir corrió hacia el niño y en un acto de heroísmo lo arrebató al furioso enemigo.



Como yo tengo conocimientos de primeros auxilios y además siempre llevo conmigo, cuando voy a lugares de monte, un pequeño botiquín bien provisto, le administré la adrenalina en el músculo y lo trasladamos con urgencia a la policlínica cercana.


El niño está fuera de peligro y se recupera rápidamente.      


       S.E.Giménez



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