lunes, 22 de octubre de 2012

EL INDIO

EL INDIO


Buscó por muchos lados hasta que por fin, la tierra querida, aquella que era dócil a sus manos, estaba allí a sus pies, a orillas del río.

Había prometido a su hija pequeña que la ayudaría a hacer un muñeco de barro.

Recogió en un balde un poco de aquella greda y esperó a que la niña llegara de la escuela para crear entre las dos, "el hombrecito", al que hasta nombre le habían puesto ya: se llamaría Abayubá.

Trabajaron arduamente. La niña daba saltitos de alegría y reía contenta. A veces le indicaba: un poco más abajo; retócale la nariz; te falta arreglarle el pie izquierdo... y así, sucesivamente, hasta que por fin lo tenían ante sí.

Era un hombrecito con cara muy seria; sus razgos y cuerpo se asemejaban a algún antepasado nuestro charrúa.

Lo contemplaron satisfechas y hasta la madre rió viendo los ojos del muñeco que parecían tan expresivos.

Esa noche lo dejaron sobre la repisa de la estufa a leña.

Elisa instó a la niña para que fuera a dormir y ella también se dirigió a su dormitorio.

Tomó un libro y en el instante en que se disponía a acostarse, oyó un ruido de pisadas y pensó que sería la niña, pero grande fue su sorpresa al ver a aquel hombre que caminaba descalso, portando un arco y una flecha, a la vez que la amenazaba.

El miedo la paralizó y no pudo moverse. Ese rostro le era vagamente familiar...pero , no sé...no puede ser cierto esto...

Escuchó sorprendida su voz:

Maldita. Yo te maldigo por haberme traído a este mundo otra vez, en donde tan perseguida fue mi raza, y, así como vi morir a mi mujer en manos de los invasores, me vengaré de tí que eres descendiente del español y luego podré dormir en paz.
RYTHA